A través de una serie de piscinas imaginadas, dispuestas como los niveles ascendentes de un videojuego retro, se desborda una secuencia de monólogos íntimos, todos ellos equilibrados sobre el fino filo que separa la revelación del delirio. A medida que las protagonistas susurran y ejecutan sus confesiones a través de las voces y cuerpos de las cuatro mujeres que habitan la escena, la piscina en sí misma vuelve a concebirse como una especie de utopía artificial, un paraíso en miniatura, un lugar lleno de prodigios extáticos y belleza de fábrica.
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